Latinoamérica: Un Pueblo Sin Piernas Pero que Camina
Hace poco me topé con el siguiente Tweet:
"No, Latinoamérica no es cumbia, salsa, tacos, playas, fiestas, color y vida; no, Latinoamérica es desigualdad social, machismo, violencia sexual, desapariciones, crisis económica, gobiernos corruptos y un largo e infinito etcétera."
Al momento en el que escribo, tiene 18 mil retweets, 538 respuestas y 48.5 mil me gusta.
Con la rapidez con la que se mueve la información en Twitter, es difícil que un tweet se quede tan impregnado en mi mente, pero han pasado más de 24 horas y no he logrado sacarme este de la cabeza.
Mientras crecía dentro de la región, nunca tuve que preguntarme "¿qué es Latinoamérica?" Crecí con una certeza implícita de lo que era, de mi propia latinidad, y más que eso, de mi identidad nacional. Al estar inmersa en mi país, poco tenía que pensar en ser de Latinoamérica como algo distinto a ser de mi país, El Salvador.
"SOY EL DESARROLLO EN CARNE VIVA"
Por supuesto, eso cambió el momento en el que emigré. Por razones históricas que van más allá del alcance de este post, Latinoamérica frecuentemente es agrupado como un ente homogéneo (junto con Asia y África en algunas ocasiones). De cierta manera, dicha agrupación tiene sentido, hay similitudes innegables que compartimos todos los latinos diga lo que diga nuestro pasaporte. Son precisamente estas similitudes que a muchos de la diáspora nos hacen sentir en casa aún cuando estamos lejos o a pesar de no siempre estar rodeados de connacionales.
Sin embargo, cuando le ponemos la lupa a las dinámicas históricas, sociales, políticas, culturales y geográficas de la región, encontraremos que cada país tiene algunas sumamente únicas. Por lo tanto, reducir a la región entera a una serie de características (tacos, salsa, fiesta, playa y color) es absurdo. Al mismo tiempo, rechazar dicha caracterización empleando la misma estrategia no solo es irónico, es necedad.
De la misma forma que muchos crean una imagen reduccionista e idílica de Latinoamérica al visualizarlo como un paradisíaco lugar lleno de mujeres voluptuosas; rodeado por puras playas de arena blanca; donde la gente pasa bailando salsa y merengue todo el día, hay muchos que insisten (tanto fuera como dentro) en imaginarlo como un lugar donde solamente hay tiroteos y pobreza; donde nadie es confiable; donde todo lo internamente producido es un tanto inferior; y donde algunas actitudes y costumbres son dignas de vergüenza. La verdad es que a mi parecer, ambas posturas tienen un mismo grado de mérito y de absurdidad.
"SOY UN PEDAZO DE TIERRA QUE VALE LA PENA"
La historia misma de América Latina está repleta de paradojas, de complejas contradicciones. De hecho, es tan así, que ni siquiera es posible definir qué es América Latina sin adentrarse en una serie de disputas geográficas, históricas, y lingüísticas. Nuestras raíces se extienden a nivel global y se entrelazan con aquellas de personas de toda raza, pueblo y nación, pero al mismo tiempo son tan nuestras y tan únicas. Y, aunque para muchos esta complejidad sea causa de frustración, y hasta de menosprecio, para mi nos presenta una gran oportunidad.
Una de mis historias bíblicas favoritas es la de los 12 espías que van a Canaán. Dos de estos espías regresaron entusiasmados con lo que vieron. La vieron como una tierra fértil y creían en las posibilidades de tomar la tierra que estaban seguros Dios les había prometido. Ellos admitían que habían ahí personas grandes, como gigantes, pero esto no hizo que su fe tambaleara. Por el contrario, diez de ellos regresaron con un reporte abismal. Infundieron temor en las personas y se declararon incapaces de conquistar esa tierra diciendo, "¡No podremos vencer a gente tan poderosa! ¡Los que viven allí son gigantes, como Anac! ¡Ante ellos nos veíamos tan pequeños como grillos!" Hay una traducción en inglés que dice (parafraseando) "parecíamos grillos ante nuestros propios ojos, y así nos veían ellos."
De ninguna manera estoy comparando a Latinoamérica con una especie de tierra prometida, ni estoy tratando de manipular la historia para que abarque nuestro contexto. Pero, sí siempre me ha llamado la atención la dimensión de perspectiva a la que esta historia alude. El reporte de ambos grupos de espías reconocía la existencia de estas personas fuertes y grandes, ese era un hecho objetivo. Sin embargo, para unos esto suponía una oportunidad, mientras para otros, llenos de temor y duda, suponía una advertencia a quedarse de brazos cruzados y no hacer nada. Incluso, para los segundos, fue una oportunidad de incitar a que los demás comenzaran a renegar y quejarse. Trasladado a nuestro contexto, se me ocurren un par de personas que aireando sus quejas y temores en redes, o con sus círculos cercanos, fungen hoy en día esa misma función.
No soy tan ingenua como para pensar que un simple cambio de perspectiva es suficiente. Los problemas a los que nos enfrentamos, algunos de los cuales nuestra amiga en Twitter tan gentilmente se encargó de enlistar, tienen un trasfondo histórico, cultural, social y hasta religioso que se remonta a cientos de años atrás. Desmantelarlos, por lo tanto, no solo llevará mucho tiempo si no también mucho esfuerzo. Parte del problema es que muchos no queremos poner ese esfuerzo. Lo más fácil siempre es lavarse las manos y echarle la culpa a los demás, al gobierno, a los narcotraficantes, a los padres y madres de familia, a los maestros. Incluso, nos encanta echarle la culpa a entes sin rostro, al "sistema de educación," a "la burocracia", a las "elites" o simplemente a "la gente," como si alguno de estos siquiera existiera fuera de quienes lo componen - nosotros.
"SOY LO QUE ME ENSEÑÓ MI PADRE, EL QUE NO QUIERE A SU PATRIA, NO QUIERE A SU MADRE"
Somos nosotros quienes definimos qué es Latinoamérica, tanto como imaginario colectivo así como expansión territorial. Y, es por eso, que estas contradicciones presentan oportunidades si sabemos verlas.
Presentan la oportunidad de colaborar más unos con otros. Por más que algunos se nieguen en verlo, Latinoamérica si ha sido grandemente celebrada en los ámbitos de la música o la gastronomía, por ejemplo. Entonces, si bien es cierto que no es solo 'cumbia, salsa, tacos y playa,' estos si son distintivos que tenemos el privilegio de disfrutar, y que pueden ser claves en el desarrollo de la región.
En su libro, "¡Crear of Morir! La esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación," Andrés Oppenheimer dedica un capítulo entero al celebrado chef Peruano, Gastón Acurio. El secreto de su éxito, según Acurio, es que contrario a la sabiduría convencional de competencia en los negocios, muchos chefs que estaban interesados en catapultar la gastronomía peruana se propusieron colaborar. Acurio dijo, "nosotros, los cocineros peruanos, no competimos, sino que compartimos. Estamos construyendo una marca que es de todos y de las que nos beneficiamos todos." Esta hazaña no solo ha fomentado la indiscutible reputación que tiene Perú en temas gastronómicos, sino que hasta por lo menos 2013-2014, la gastronomía representaba el 9.5% del PIB. Este es solo un pequeño ejemplo de cómo no vernos a nosotros mismos como "pequeños grillos" puede tener consecuencias reales y positivas para la región, y/o los diferentes países que la componen.
También, presentan la oportunidad de servir a los demás. No es secreto para nadie que América Latina lidera muchas listas de desigualdad y de violencia. Estos son productos de dinámicas opresivas que se han perpetuado por años, y dejan a su paso incontables víctimas tanto directas como indirectas. Es ahí donde en vez de solo quejarnos y renegar, podemos actuar en pro de los demás.
Es ahí donde podemos, con acciones, demostrar amor y misericordia hacia el prójimo, hacia ese del que tanto nos jactamos de "defender" en 140 caracteres. No dejo de pensar en momentos críticos en la historia en la que muchos pusieron hasta su vida en riesgo por servir a los demás. Pienso en aquellos que ayudaron a judíos a escapar bajo el régimen Nazi. Pienso en los que fueron parte del ferrocarril subterráneo en Estados Unidos para ayudar a esclavos afroamericanos a escapar hacia estados libres o Canadá. Pero, todo esto requirió esfuerzo, incomodidad, involucramiento y sacrificio.
Sobre todo, esas contradicciones, ese estira y encoge que simultáneamente nos desgarra y nos sana el corazón, son una oportunidad para recordar que América Latina, junto con toda otra región a nivel global, están incrustados en un mundo que como tal es imperfecto y caído. Todo lo bueno de la región lo disfrutamos por la gracia de Dios, y es nuestro deber reconocerlo, agradecerlo, preservarlo y administrarlo. Todo lo malo de la región nos apunta a nuestra naturaleza caída, orgullosa y egoísta. Por más posts motivacionales que aparezcan en nuestro timeline reafirmando lo naturalmente "buenos" que somos, basta que veamos las imágenes tempranas de la pandemia de las personas acaparando papel higiénico para darnos cuenta que nuestra inclinación será a la preservación propia a costa de los demás. Basta ver cuantos "líderes" han surgido prometiendo hacer las cosas "diferentes," y terminando en lo mismo, para darnos cuenta de la hebra genética que nos inclina al orgullo.
Ninguno de nosotros está en una posición de tirar la primera piedra. Y es aceptar esto, con humildad, que nos permite reconocer la necesidad que tenemos de Dios y de los unos a los otros. Por supuesto, no del Dios que predicaron muchos colonizadores para someter a otros sobre su dominio, ni del que han utilizado los políticos para justificar sus propias agendas, sino del Dios verdadero lleno de amor, misericordia, gracia y justicia que nos presentan las Escrituras.
"ESTE PUEBLO NO SE AHOGA CON MARULLOS, Y SI SE DERRUMBA YO LO RECONSTRUYO"
Está de más decir que a medida escribo estas palabras son una confrontación para mi misma. Muchas veces me he quedado con la intención de hacer más por la región, y es un peso con el que cargo a diario. Sin embargo, no estoy diciendo que cada segundo de nuestro día tiene que estar consumido en pensar "¿qué puedo hacer por Latinoamérica?" Al final del día, no es a buscar la transformación social, política, económica o cultural de la región a la que hemos sido llamados. Nuestro único llamado es a Jesús. Pero, todo cambio comienza con una buena examinación a nuestro propio corazón, y con un arrepentimiento genuino que completamente altere nuestro curso y nos permita ser la luz y sal que hemos sido llamados a ser en nuestras respectivas ciudades.
La polarización está de moda. Caer en la trampa de los extremismos para estimular o alimentar agravios, es un método infalible para lograr quedarnos estancados. Y, si hay una cosa que no nos podemos dar el lujo de hacer ahorita, es detenernos. Nunca lo hemos hecho y no hay razón por que habríamos de hacerlo hoy. Sí bien Latinoamérica no es solamente "cumbia, salsa, tacos, playas, fiestas, color y vida", tampoco es solamente "desigualdad social, machismo, violencia sexual, desapariciones, crisis económica, gobiernos corruptos y un largo e infinito etcétera." En el espacio entre un extremo y el otro encontramos que Latinoamérica también es gente trabajadora y esforzada, es ingenio, risas, hospitalidad, creatividad y carácter. Es, en resumen, en las elocuentes palabras de Residente, "un pueblo sin piernas pero que camina."
*El título y subtítulos de esta entrada son de la canción Latinoamérica de Calle 13.
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